miércoles, 13 de febrero de 2008

¿Cómo transformar la escuela moderna concebida hace trescientos años, en una institución que responda a las necesidades de un mundo globalizado, de un


Al revisar críticamente dichos pararadigmas históricos y demostrar que de alguna manera mantienen una inusitada vigencia en la configuración de las prácticas educativas, nos estamos aventurando en el abordaje crítico de los aspectos ideológicos que interpelan el rol social de la escuela y que por ende, configuran al espacio simbólico de la profesión docente. Las concepciones educativas que cada paradigma dio a luz en su momento, definiera a un determinado sujeto pedagógico; entendido éste como la relación compleja entre el educador y el educando, producto de la vinculación compleja entre ambos actores sociales. El quehacer educativo, como todo trabajo, se inscribe en un marco legitimador que le confiere una determinada legalidad. Dicha legitimación es configurada a partir de unas determinadas relaciones de poder, entre los distintos grupos que entretejen la trama social. Por ello, todo paradigma pedagógico define su sujeto y es a partir de la misma en cómo se concibe el rol del educador. (Puigros, 1990). Por ello, abordar la temática del sujeto pedagógico en su posibles configuraciones históricas, nos propone aventurarnos en el vasto y complejo territorio de las representaciones que sustentan a las prácticas educativas. Se entiende a éstas no solo en su limitada circunscripción al ámbito institucional de la escuela sino que se definen como una de las estrategias privilegiadas de las cuales, la sociedad se vale para la transmisión del corpus de saberes y conocimientos culturalmente válidos a las jóvenes generaciones.

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